jueves, 9 de abril de 2015


EL SALVADOR: LA REVOLUCIÓN NO TÉRMINO EN 1992







Rudis Yilmar Flores Hernández
Sociólogo, Profesor de la Universidad de
El Salvador, San Miguel, C.A
Correo: ryflores.ues@gmail.com
A diferencia de muchos procesos revolucionarios en el mundo, la gran revolución rusa del  17 de octubre de 1917, la revolución China de 1949, Cuba en 1959, Vietnam 1975 con una derrota humillante del imperialismo, Nicaragua 1979, todas tuvieron como característica la toma del poder por la vía armada, lo que permitió generar cambios profundos en las estructuras de poder de todas estas sociedades e instalando el modelo socialista que en algunos países fracaso y en otros como la revolución cubana siguió siendo el referente para muchos movimientos revolucionarios en América Latina.
En El Salvador la década de los años 70s ve nacer los movimientos revolucionarios en El Salvador que conducirían los procesos de lucha armada y un amplio movimiento de masas conformados por campesinos, clase trabajadora, estudiantes, mujeres organizadas, que emprendieron la batalla contra la represión de las dictaduras militares y por la conquista de mejores condiciones laborales. 
La concentración de poder en pocas manos, la excesiva acumulación de riqueza por las 14 familias y la indiferencia a los problemas sociales de grandes masas de población se tradujeron en los detonantes de las inmensas formas de lucha de los campesinos, estudiantes, obreros, por la conquista de mejores condiciones de vida tanto en el  campo como en la ciudad.
En la década de los 80s la guerra de guerrillas se expandió por todas las ciudades, y la acompañaba  el  movimiento de masas con capacidad de librar las batallas en las fábricas, las calles, barrios y colonias permitiendo cualificar la lucha revolucionaria, alcanzando un equilibrio militar, que políticamente significo la existencia de un doble poder, convenciendo a los norteamericanos de la necesidad de negociar el conflicto ante la incapacidad de la Fuerza Armada de El Salvador de derrotar militarmente a un pequeño ejército guerrillero.
Después de los acuerdos de Paz en enero de 1992 firmados por los actores políticos en conflicto  (Gobierno de la república y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) dieron   apertura al gran reto que debían asumir las fuerzas insurgentes como organización política. Fue el capítulo inédito de la historia salvadoreña convocar a elecciones abiertas para que ex guerrilleros participaran en la disputa electoral, con muchas trabas, limitantes y sin andamiaje institucional, sin embargo en 1994, un par de años después ingresaban a la contienda en el campo político para competir con el candidato más fuerte de derecha de la Alianza Republicana Nacionalista-ARENA- Armando Calderón Sol.
Un elemento importante  en el análisis de las últimas décadas del principal instrumento político de la oligarquía es que durante los cuatro periodos de gobiernos areneros desde 1989 hasta el 2009 se produjo una corrupción prolongada, un desgaste como instituto político a partir de la implementación de políticas económicas que lejos de  resolver los problemas más sentidos de la población  los agudizaron (neoliberalismo, privatización, dolarización, TLC). 
Claro está que durante  más de un siglo los oligarcas construyeron un poder político y económico de la estructura salvadoreña que les permitía consolidar su dominio,  ya sea a través de los  procesos de expropiación y de acumulación de cantidades de riqueza en detrimento de las condiciones de la clase trabajadora mediante la concentración del poder del Estado que obedecía a sus intereses bajo la complicidad de las dictaduras militares que hasta la finalización del conflicto armado con los acuerdos de paz en 1992 dejaron de ser los guardianes de los intereses del bloque oligárquico.
Ante la pérdida de considerables cuotas de poder político como el ejecutivo, desde el 2009, no tener mayoría simple en el congreso y sus contradicciones internas la estrategia de los tecnócratas contratados por ARENA sigue anclada en la guerra fría y su lucha ideológica se fundamenta en fomentar el miedo tomando como bandera de lucha el tema de las pandillas en El Salvador y planteando la desaparición de dicho fenómeno, olvidando que durante los 20 años de gobiernos de derecha este sufrió una mutación, convirtiéndose en el principal problema social que agobia a los salvadoreños  y que requiere una solución multisectorial, la crisis provocada por la derecha venezolana y  la política de agresión para América Latina, vendiendo la idea que estaríamos igual que en Venezuela si gana el FMLN.
Hoy en día las batallas se libran en los procesos electorales entre los dos proyectos, el liderado por la derecha que  nos ofrece regresar a las recetas neoliberales y al viejo sistema de preferencias de los grupos de poder económico perdidos desde el ascenso del FMLN al órgano ejecutivo desde el 2009 y el proyecto histórico de la izquierda que tiene a su base los objetivos preferenciales  por los pobres y que se evidencian en las políticas públicas orientadas sobre los programas sociales que benefician a los sectores más desprotegidos de la sociedad salvadoreña.
Frente a una derecha involucrada en el terrorismo internacional apoyando procesos de desestabilización y golpes de estado en países con gobiernos electos democráticamente y que no representan los intereses de las transnacionales, de los norteamericanos y de la clase oligárquica será importante diseñar nuevas estrategias de lucha política y organizativa, construyendo poder popular que permita defender lo conquistado.
La derecha participa de los procesos electorales; y al no tener el control como en el pasado del máximo organismo electoral deslegitima las instituciones, adopta nuevas formas de manifestarse, se moviliza aunque en pequeñas cantidades de gente simpatizantes de ARENA en las calles que históricamente son los campos de batalla de la clase trabajadora, buscan crear desestabilización.
En la guerra los espacios conquistados se defendían a sangre y fuego y siempre seguían siendo territorios liberados; por ahora cada espacio político conquistado hay que defenderlo, los campos de batalla están en cada una de las instituciones donde se encuentre un militante del FMLN  y desde esa trinchera hay que defender el proyecto histórico para la construcción de una sociedad con mejores condiciones de vida para los más desposeídos, la revolución no termino en 1992, ahora enfrentamos a una derecha que también esta una lucha permanente por regresar al poder del ejecutivo y reconquistar lo perdido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario