sábado, 14 de febrero de 2015

El Salvador: La Posguerra y el  XXIII aniversario de los Acuerdos de Paz
Rudis Yilmar Flores[1]
Correo electrónico: ryflores.ues@gmail.com

El debate de la transición de posguerra en El Salvador continua abierto, veintitrés  años de iniciado este proceso. Uno de los aspectos cruciales de la discusión es la dimensión democrática de esta transición, en todo caso se pensó que si se daba esta transición, esta debía ser necesariamente democrática, pero la realidad demostró que no se trataba de algo mecánico que nos conduciría a un régimen de estas dimensiones.
Un elemento clave en la discusión y en el discurso sigue siendo que los acuerdos de paz pusieron fin al conflicto armado que generaron cambios en las viejas estructuras del Estado y se crearon nuevas instituciones. Ejemplo de ello fue la desaparición de los cuerpos represivos de seguridad como la Guardia Nacional, Policía de Hacienda, Policía Nacional, los batallones de reacción inmediata, la reducción del ejército, la creación de una nueva doctrina militar y surgieron la Nueva Policía Nacional Civil, El Consejo Nacional de la Judicatura, el Tribunal Supremo Electoral, el Foro Económico Social que en los sucesivos gobiernos de derecha lo desaparecieron y un elemento importante fue la conversión del ejército guerrillero en una institución política que ganó las elecciones presidenciales en marzo del 2009.
Si estos cambios son importantes, no fueron suficientes para rebasar las causas que generaron el conflicto armado que género más de 70 mil muertos y 100 mil desaparecidos, el tema económico social sigue siendo el indicador que mide el nivel de democratización que vive el país y la falta de concertación en grandes temas como la reducción de la pobreza.
Hay  un elemento que adquiere gran trascendencia y que el  proceso de transición democrática no ha logrado resolver es el problema de la exclusión social, la mala distribución de la riqueza, la falta de empleo, de una vivienda digna, educación y que en los últimos años ha provocado un auge mayor  de la violencia en sus distintas manifestaciones en el seno de un orden social que le da la espalda a la gran mayoría  de la población en sus propios intereses.
En cierto modo, El Salvador en los últimos tiempos debió perder la brújula en el tema del cumplimiento de los  acuerdos de paz, ya que estos fueron suscritos como un requisito imprescindible para avanzar en los nuevos propósitos de la democratización social y política del país, pero a estas alturas existe un déficit en su cumplimiento según lo pactado en Chapultepec y Nueva York.
La realidad de los salvadoreños se volvió muy compleja ya que las necesidades más sentidas de la población no se logran resolver, esto necesariamente conduce a los sectores populares a una lucha permanente por la reivindicación de sus derechos y la respuesta de manera inmediata de los últimos gobiernos de derecha ha sido la criminalización de los movimientos sociales a partir de la creación de nuevas leyes como la ley antiterrorista y los planes mano dura y súper mano dura y el surgimiento de los juzgados especializados o “blindados” como las nuevas formas de represión del estado.
La presencia del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas el pasado 16 de enero fecha en que se cumplió el veintitrés aniversario de los Acuerdos de Paz expresa claramente que el país sigue enfrentando  los grandes problemas estructurales que generaron el conflicto armado, en su discurso expresó los enormes desafíos en los temas de inseguridad ciudadana, la exclusión social y la falta de oportunidades que impiden que muchos salvadoreños cosechen los beneficios que trae la paz. Es necesario el fortalecimiento de las instituciones incluyentes y la creación de mecanismos que acerquen las voces de los grupos vulnerables a la toma de decisiones incluyendo  a los más desposeídos, a los pueblos indígenas, mujeres y hombres, es necesario seguir afrontando los viejos desafíos, como equilibrar las tensiones entre la paz y la justicia, entre los intereses de los que tienen poder y los de la población en general, entre las urgencias cortoplacistas y la sostenibilidad a largo plazo.
Por su parte el presidente Salvador Sánchez Cerén considera necesario la profundización de la cultura democrática de los mecanismos de transparencia de las instituciones y el permanente combate contra la corrupción ampliando los mecanismos de participación ciudadana  con la inclusión de los pueblos originarios y más  de tres millones de compatriotas que viven en el exterior. Reconoce los grandes problemas de la violencia e inseguridad y la cantidad de homicidios de hombres mujeres y niños que a diario se cometen y los retos para alcanzar la paz y la tranquilidad que desean las familias. El conflicto que hoy nos desafía es la criminalidad  generada por el narcotráfico, su conexión con las pandillas y la extorción.
La tarea de la construcción de la democracia es una tarea pendiente de los acuerdos de paz y retoma mayor auge con el gane electoral de la izquierda  el 15 de marzo de 2009, y en 2014 representada por el F.M.L.N, por considerarse como el triunfo del pueblo y donde el estado de privilegios de que gozaba la derecha tienden a desaparecer y el nuevo gobierno debe seguir contemplando en la agenda el trato preferencial por los pobres.
No cabe duda, existe una deuda histórica con el pueblo salvadoreño y su democracia, ahora se le presentan nuevos escenarios y nuevas formas de lucha ante la nueva realidad que vive el país y el mundo, aun cuando la izquierda gobierne es necesario romper los viejos esquemas de dominación y de explotación de la clase empresarial   que hoy en día siguen vigentes y que se niegan a aceptar que el mundo cambio.






[1] Profesor Investigador de la Universidad de El Salvador, Facultad Multidisciplinaria Orienta (San Miguel) Miembro del Comité Directivo de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Secretario de la Directiva de la Asociación Centroamericana de Sociología , Miembro de la Asociación  Salvadoreña de Sociología.