martes, 3 de noviembre de 2015

LAS MOVILIZACIONES SOCIALES  EN GUATEMALA
Rudis Yilmar Flores Hernández
Profesor  Investigador de la Universidad de El Salvador
ryflores.ues@gmail.com

Muchos medios de comunicación en los últimos días a partir de las movilizaciones en Guatemala comenzaron a conceptualizar, y a comparar con la primavera árabe y con los movimientos indignados en Europa y Norte América sin hacer los análisis correspondientes de las causas que provocan el malestar social en amplios sectores de la sociedad.
Es necesario puntualizar algunos elementos que permitan diferenciar realidades que se contraponen y que difícilmente tendrán resultados que abonen a los procesos de democratización  y a la construcción de proyectos políticos viables que resuelvan la brecha entre ricos y pobres establecida con la puesta en marcha del neoliberalismo y las políticas emanadas de EE.UU a través de las recetas del Consenso de Washington
En los últimos años asistimos a una profunda crisis económica de muchos países de Europa que dada su condición periférica fueron sometidos a políticas de endeudamiento por los organismos financieros internacionales provocando la incapacidad del Estado en atender los problemas sociales, en proporcionar los servicios públicos, causando empobrecimiento en amplios sectores de la clase media y privando a los jóvenes de la educación y de las posibilidades de tener acceso a un empleo digno. Grecia, España y Portugal son parte de esa tragedia que se vio expresada en multitudinarias manifestaciones de los sectores más golpeados por la aplicación de medidas neoliberales como los procesos de privatización de las instituciones públicas.
Veamos algunos casos de amplias movilizaciones sociales, en el caso de griegos, producto de la crisis, las plazas y las calles se convirtieron en campos de batalla para los movimientos sociales y surgió Siryza como frente en el año 2004, a partir de la coalición de varios grupos de izquierda, ecologistas de izquierda, políticos independientes, partidarios del socialismo democrático y  convertido en partido político en el 2012, para responder a la crisis y posicionándose como la principal oposición entre el 2012 y el 2014. En las elecciones europeas del 2014 fue el partido más votado de todo el país, y en las elecciones parlamentarias del 2015 estuvo a dos escaños de tener la mayoría absoluta.
El primer ministro Alexis Tsipras, tras recibir el visto bueno del parlamento convoco a consulta popular  tras las fracasadas negociaciones de la deuda  con los organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional, El Banco Central Europeo y la Comisión Europea. El 5 de julio los griegos votaron por el  no a los recortes en pensiones y servicios sociales. Votaron  a favor de lograr un acuerdo con Europa que pase por reestructurar la deuda y pasar de los ajustes a los incentivos para la economía. El 61,5% del no reclama una enmienda al discurso hegemónico en el continente y, con ello, concede oxígeno a un discurso alternativo sobre el modelo de construcción europea, del cual Tsipras es el único exponente entre los socios comunitarios.
En España el nuevo partido PODEMOS,  constituye una mayor innovación política en Europa  y sus referentes los podemos encontrar en el Foro Social Mundial, donde se retoman los esfuerzos de los gobiernos progresistas de América Latina  y la dinámica de los movimientos sociales que llevaron a dichos gobiernos al poder mediante las experiencias de democracia participativa, sobre todo a escala local, en muchas ciudades latinoamericanas y a partir de la primavera árabe. Cuatro meses después de su formación participo en las elecciones europeas en el 2014, obteniendo cinco escaños, siendo la sorpresa de los comicios, y en las elecciones del 2015 lograron romper el bipartidismo entre el Partido Popular y el Partido Socialista Español que en los últimos 40 años después de la dictadura se alternaban el poder.
Podemos es el resultado de un aprendizaje, un nuevo tipo de partido, un partido en movimiento que sabe canalizar las demandas de los grandes sectores desposeídos, de las personas hartas de la política del PP y del PSOE, así  como de una cantidad de ciudadanos que no  se movilizan políticamente, ni salen a las calles a manifestarse, pero simpatizan con el activismo político.
Bajo esta realidad surgen interrogantes ¿será posible una ola de podemos que se propague por otros países? Las condiciones varían mucho de un país a otro. Podemos es la expresión de acercar la política a los ciudadanos y demostrar que esta aproximación no se reduce a la participación político electoral cada cuatro años y de políticos que aprenden a vivir de la política. Los proyectos alternativos surgidos en países de América del sur tienen a su base largos procesos de luchas revolucionarias y la instauración por décadas de dictaduras militares y se distinguen por el acercamiento de la política a las clases más desposeídas. Podemos constituye un referente de como el voto de indignación se puede transformar en un voto estratégico mediante un proceso de maduración que les permite ganar espacios y restarle poder a los grupos hegemónicos.
Podríamos citar más ejemplos como el caso Yo Soy 132 en México, los Indignados de Tel Aviv que no lograron revertir la política neoliberal y los Indignados de Wall Street; a diferencia de Podemos, estos movimientos no lograron construir frentes amplios y en consecuencia   se debilitan ya que no es lo mismo la expresión ciudadana cuando sucede en el marco de la creencia de una renovación gradual de la sociedad basada en la tolerancia y la no violencia al margen de los procesos de institucionalización.
A quienes comparen estos movimientos con la realidad que viven los países centroamericanos deben establecer los aspectos  que causan  el malestar social. En el segundo semestre del 2015 asistimos a una serie de movilizaciones que convulsionan la política interna de países como Honduras,  donde casos de corrupción empañan la gestión del gobierno de derecha. En Guatemala los mismos grupos de poder económico terminan purgándose y la crisis que hoy enfrenta este país golpeado por la violencia, el narco tráfico y como detonante la corrupción del gobierno de Otto Pérez y su Vicepresidenta Roxana Baldetti, quienes enfrentan juicios acusados de pertenecer a una red de corrupción conocida como la Línea, una estructura de defraudación que se manejaba a nivel de las aduanas donde se beneficiaban monetariamente no terminará de ser un espacio de transición de un grupo de poder a otro si perspectiva que las demandas de la ciudadanía se vean cristalizadas en un proyecto que resuelva los viejos y endémicos problemas del sistema capitalista.
Las manifestaciones de distintos sectores de la sociedad y las presiones de Washington obligaron  a renunciar al presidente Pérez después que el Congreso le retirara la inmunidad para poder ser juzgado como un ciudadano ordinario y fuera emitida una orden de captura en su contra.
Estos eventos que convocaron a diversos sectores sociales entre ellos campesinos, indígenas, estudiantes y trabajadores que constantemente marcharon en Guatemala pidiendo la renuncia del presidente no logran dimensionar el manejo político que hacen los grupos de poder económico y el manejo mediático de los medios  de comunicación, las demandas quedarán en un segundo plano, la corrupción seguirá su curso con gobiernos de derecha, la renovación de la clase política seguirá siendo una deuda pendiente mientras los movimientos sociales sigan asumiendo una lucha coyuntural y no logren construir un proyecto político que les permita ganar cuotas de poder político que abonen en las transformaciones sociales.
Las pasadas elecciones celebradas el 6 de septiembre resultan ser un salto al vacío, los guatemaltecos votaron en la primera vuelta electoral por Jimmy Morales sin saber sus vínculos con militares, un comediante que poco o nada podría contribuir a sanear el sistema político de la corrupción, posicionándolo en el primer lugar con el 23% de los votos  por sobre Manuel Baldizon del partido LIDER y a Sandra Torres del partido UNE.
Más allá de analizar los resultados electorales, no se vislumbra en Guatemala la consolidación de un proyecto político capaz de aglutinar a la mayor parte de los movimientos sociales.  La izquierda después de finalizado el conflicto armado no logro conducir los procesos de cambios al punto de desaparecer como partido político surgido de los Acuerdos de Paz, no hay una forma de canalizar la lucha social hacia un movimiento con capacidad de encarnar institucionalidad y de convertirse en opción para el pueblo guatemalteco.