Algunas claves para entender las oleadas
migratorias y el sueño americano de los centroamericanos.
Rudis Yilmar Flores
Hernández[1]
El triángulo
norte es el nombre creado por Washington
con el que se conoce a los países Centroamericanos de Guatemala, El
Salvador y Honduras, estos tienen características similares tales como procesos
de integración, acuerdos comerciales entre ellos y otros países
latinoamericanos, procesos de guerras internos producto de problemas
estructurales como la pobreza, la injusticia social, la exclusión social, con
poco desarrollo económico, migración que hoy en día se convierte en un tema muy
discutido entre los presidentes y funcionarios norteamericanos buscando
estrategias que permitan frenar el flujo migratorio. Es importante señalar que
aun cuando estos transitan por procesos integracionistas, han tenido a su base
fundamentos económicos que han favorecido a las burguesías de la región en
detrimento de las grandes mayorías.
Las diferencias significativas en la
distribución de la riqueza continúan haciendo del istmo una región inmensamente
desigual, tanto en el contexto de la relaciones entre países como en el ámbito
interno, producto de las estructuras de poder dominante que a pesar de los
nuevos procesos políticos electorales no se logra dimensionar la construcción
de un sistema democrático representativo y pluralista que garantice la
participación de amplios sectores de la sociedad civil en la toma de decisiones.
Un estudio publicado en mayo de 2015 por Oxfan América, sostiene que en
Centroamérica aumenta considerablemente la desigualdad, se perpetúa la pobreza
en más de la tercera parte de la población y se profundizan los procesos de
acumulación capitalista, en el último año las 1.075 mayores fortunas poseen una
riqueza total que asciende a 142.000 millones de dólares, lo que equivale al
80% de la producción de la región. En la otra cara de la moneda está la mitad
de los 43 millones de habitantes de la región que tienen ingresos menores de un
dólar por día y sufren altos índices de subnutrición.[2]
Cabe considerar por otra parte, que la
Organización Internacional del Trabajo estima que una de cada ocho personas en
el mundo son migrantes; que la juventud representa una alta cuota de esta
población y que entre ellos se encuentran millones de niños menores de 18 años
que migran internamente y muchas veces como la realidad de los países
centroamericanos atraviesan fronteras sin sus padres convirtiéndose en parte
del tráfico ilegal de personas.
Por
ello, es importante analizar desde una perspectiva histórica los procesos
migratorios, que nos permitan trazar una línea de tiempo, y nos ayude a
entender el fenómeno de la migración, que durante los últimos años mantienen un
amplio debate entre las autoridades norteamericanas y los presidentes del
triángulo norte, por la cantidad de infantes que son capturados sin sus padres
en la travesía hacia territorio norteamericano.
Las
autoridades estadounidenses establecen que el flujo migratorio de menores hacia
el país del norte se debe a la violencia en los países centroamericanos, cerca
de 90 niños cruzan la frontera de EEUU con México diariamente sin ninguno de
sus padres y en manos de traficantes de indocumentados, expuestos a tragedias
ya que cada día, tiene la marca de ser el más mortal por diferentes
circunstancias.
De
manera muy particular Honduras, Guatemala, El Salvador experimentan procesos
migratorios a gran escala por diferentes razones ya sea por fenómenos naturales
o situaciones económicas, políticas y sociales. En el pasado reciente se
generaron conflictos armados internos que se prolongaron por muchos años o
décadas como la guerra civil de Guatemala, El Salvador, donde la población se
vio en la obligación de abandonar sus lugares de origen siendo la niñez el
sector más vulnerable donde solo había espacio para la guerra y no para la
recreación, y la convivencia familiar.
Otro
elemento de análisis, lo representan los estragos causados por el
Neoliberalismo aplicado desde 1989, provocando procesos de privatización de la
mayoría de instituciones del Estado y medidas de reajuste estructural, en una
clara reducción de las funciones sociales del Estado, dedicado únicamente a
crear un marco jurídico, político garante de las reglas del libre comercio,
profundizando la brecha entre ricos y pobres, estableciendo una nueva doctrina
del saqueo total de nuestros pueblos.
La
conflictividad, la inseguridad de la región durante los últimos años causada
por la proliferación de las maras o
pandillas y el narcotráfico, afectan directamente a los niños que por la ausencia de sus padres
muchos terminan involucrados en grupos delincuenciales y al igual que en la
guerra civil son el sector más vulnerable, para que muchos sobrevivan son enviados con traficantes de personas en
busca del sueño americano, muchos mueren en el camino en manos de los carteles de la droga en
México, otros capturados por las patrullas fronterizas quienes enfrentan
condiciones muchas veces inhumanas sin poder encontrarse con sus padres y
terminan siendo deportados a sus países de origen.
Miles
de niños y niñas huyen constantemente de la pobreza y la violencia en
Centroamérica, cruzando solos hacia los Estados Unidos, la mayoría de ellos
capturados en el camino hasta enfrentar procesos de deportación, frustrando la
posibilidad de reunirse con sus padres, de vivir ahí, de asistir a la escuela,
de poder encontrar un empleo y de una reunificación legal.
En los
últimos años los países del mal llamado Triángulo Norte se enfrentan a un flujo
constante de creciente migración, donde cerca del 9% de la población ha
decidido dejar sus lugares de origen, significando una pérdida de capital
humano, asociado a la falta de oportunidades económicas, laborales, la
creciente violencia y por la reunificación familiar.
El
problema migratorio para las autoridades del país del norte es una realidad que se les convierte en una
bomba de tiempo, podrán construir los más de tres mil kilómetros de muro en la
frontera con México, endurecer las leyes migratorias, cazar a los migrantes,
exponerse a ser asesinados o secuestrados por los carteles de la droga en
México o la venta de órganos humanos, terminar mutilados por viajar en el tren
llamado la “bestia” o morir en el desierto, pero no detendrán el flujo masivo
de personas que huyen de la realidad que afecta directamente a la familia
centroamericana.
La migración al igual que otra cantidad de problemas como
la violencia, tienen a su base un contenido estructural, de exclusión social,
pobreza, concentración de riqueza por parte de los grupos de poder económico;
si lo que se quiere es reducir el flujo migratorio es necesario cambios
profundos en las entrañas de las relaciones de producción capitalista y la
construcción de modelos alternativos capaces de ubicar al ser humano en el
centro del desarrollo, por ahora en los países centroamericanos con economías
neoliberales y con un alto costo de la vida, los seres humanos continuarán la
travesía en la búsqueda del sueño americano, aun cuando esto implique perder la
vida en la travesía.
La
salida de la población hacia otras regiones del mundo se asocia en su gran
mayoría a la falta de oportunidades económicas y laborales que ofrecen nuestras
economías, debido a que los países de la región desde
finales del siglo pasado se les impusieron las recetas del consenso de
Washington, y mediante la aplicación del modelo neoliberal, se profundizaron
las desigualdades sociales, cada vez hubo más pobres, hambre, desempleo,
miseria, exclusión social, migración, violencia, limitando a los seres humanos tener una vida
digna.
Bajo
este contexto, aunado a los viejos problemas estructurales como la limitada
oferta de servicios, educación, salud, nutrición y desarrollo infantil, que les
cierra los espacios a los jóvenes de prosperar tanto de las presentes y futuras
generaciones, los coloca en situación de riesgo producto de la violencia en
todas sus dimensiones.
Dentro de este orden de ideas, asistimos
a una oleada migratoria sin precedentes de miles de hondureños, que huyen de la crisis humanitaria
que vive el pueblo hondureño, sumergido en una profunda corrupción, con altos
niveles de violencia social, represión, desapariciones forzadas por parte de
los cuerpos represivos de seguridad, torturas y asesinatos de líderes de los
movimientos sociales, como Berta Cáceres, estudiantes universitarios,
campesinos y un número considerable de periodistas; lo cual refleja el accionar
de las viejas y trasnochadas dictaduras militares de los años 70s, del siglo
pasado.
Dentro
de este marco, el golpe de Estado del 2009 en Honduras, marcó un momento de
quiebre que excedió con creces la política hondureña: estableció el inicio de
una nueva etapa, por cierto, que involutiva, en la cual Estados Unidos retomaron
su tradicional política de apoyo a los golpes militares y a los regímenes
autoritarios afines con los intereses imperiales y ratificó el carácter
hipócrita y vacío de la retórica democrática permanentemente enunciada por
Washington. Conviene aprender la lección: de ahora en más, democrático vuelve a
ser todo régimen que se somete incondicionalmente a los designios
norteamericanos; autoritario, populista o despótico será aquel que defienda su
independencia y autodeterminación.
La
violencia que vive el pueblo hondureño en todas sus dimensiones y la falta de
oportunidades de desarrollo se convirtieron en el detonante del éxodo de
hondureños en la búsqueda del sueño americano, ante la incapacidad de un
régimen que nació producto de un golpe de Estado y de los sucesivos fraudes
electorales.
La
tragedia humana que viven los migrantes hondureños en su largo camino en ruta a
los EEUU, los lleva a considerar que ya no tienen nada que ganar, ni perder y
que lo único que buscan es huir de un país que les da la espalda a las más
sentidas condiciones mínimas de subsistencia del ser humano.
[1]
Sociólogo y Profesor Investigador de la Universidad de El Salvador, Facultad
Multidisciplinaria Oriental, San Miguel y Director Académico de la Red de
Investigadores para la Democracia y la Paz, Director de la Revista Conjeturas
Sociológicas, Miembro del Grupo de estudios Subalternos, Periféricos y
Emergentes, Universidad Federal de Pernambuco.
[2]
Oxfan Internacional. 160 millonarios en El Salvador acumulan riqueza
equivalente al 87% de la producción nacional. Disponible en https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2015-05-19/160-millonarios-en-el-salvador-acumulan-riqueza